Si pensamos en un abogado, en lo que a negocios e intermediación mercantil se refiere, la función de este es la de emparentar intereses; el del comprador, y el del vendedor.

El interés del vendedor es conseguir el máximo precio posible por la venta de su negocio, aunque a veces es difícil hacerle comprender que el valor de su negocio, en una transacción, ha de resumirse únicamente en términos objetivos (valor del local, facturación, previsiones...), haciendo que deje a un lado su propia consideración subjetiva acerca de este, probablemente influenciada por emociones o intereses. Pero también le preocupa recibir el precio del traspaso lo antes posible o, al menos, tener la mayor seguridad posible de cobro.

Por otro lado, el comprador querrá obtener el traspaso al precio más asequible que sea capaz de conseguir, además de poner la lupa en que la salud del negocio sea la adecuada y estipulada en el momento en que se realiza la venta, puesto que de ello dependerá en gran medida su futuro éxito empresarial. Esta información acerca del negocio significará una "advertencia" para el vendedor, pues la venta se realizaría en arreglo a los datos que este nos ha facilitado.

En estos casos la figura del mediador es indispensable, llevando a cabo una tarea tan compleja como la de presentar al uno la realidad del otro de manera simultánea, de modo que sean conscientes de que tan importante es para cada uno de ellos a lo que puedan renunciar, con el propósito de llegar a un acuerdo, como para la otra parte.

Pero todo esto queda relegado a un segundo plano, al menos cronológicamente: lo primordial es verificar que el negocio no tenga ningún vicio oculto y que esté verificado, al igual que corroborar que el comprador acredita solvencia y capacidad de hacer frente al pago.

De igual modo, es importante saber que el comprador no tenga ningún tipo de incompatibilidad para desarrollar la actividad del negocio que va desarrollar, más aún cuando esta se somete a la fiscalización de algún miembro regulador.

Cabe destacar que no todos los contratos de compraventa son iguales, a pesar de que, en la práctica, se tiende a una estandarización que agilice el proceso y produzca menos quebraderos de cabeza a las partes, pues no tendrán que dirimir cada mínima cláusula que este contenga; aquí también es importante la figura del abogado puesto que es el encargo de recoger los intereses comunes de ambas partes para la redacción del contrato de manera que ambos queden satisfechos ante el borrador, lo cual sólo es posible tras años de observación y experiencia en la materia.